"La primavera la sangre altera" dice el refranero español. Sin embargo, esta primavera no creo que pueda alterar la sangre a nadie, porque ya no existe o va camino a extinguirse.
Un hecho tan fácil de pronosticar, y que aún así, a muchos nos ha cogido por sorpresa. Quizá sea debido a la estúpida incredulidad humana ante los hechos obvios y la credulidad ante lo sospechosamente falso, o puede que tan sólo sea el no querer aceptar la realidad: todos hemos colaborado a su inminente destrucción y ahora no queremos despedirnos de ella.
Gracias a todos es muy probable que ya no podamos verla más, disfrutarla, sentirla,...Y claro, como sucede con toda despedida, nos cuesta aceptar su pérdida definitiva. Decir adiós siempre es díficil, y más aún si se trata de nuestra primavera, porque ahora sí que nos afecta a todos, a todos los habitantes del planeta: al Sur, al Norte,...a todos sin distinción.
Justo en este momento nos encontramos en el momento de la "no-aceptación" ante su pérdida. Lo que conlleva que nos quedemos parados, dejando que los efectos aumenten cada vez más,destruyendo con nuestra pasividad o nuestro afán destructor, la remota posibilidad de paliar la casi irremediable pérdida.
Quizá sea ya tarde, o quizá tan sólo se trate de una fugaz despedida, y dentro de unas semanas vuelva de nuevo...No lo sé, pero no hay que ser ningún experto para saber que algo ha cambiado, y que no hay vuelta atrás.
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