
Como habeis podido comprobar por mis otros post, últimamente leo mucho a Galeano, entre sus historias he encontrado esta que creo que merece la pena darla a conocer.
Nos habla de lo poco que valoramos las cosas cuando creemos que nadie nos la va a recompensar, cuando nadie nos ve nos imaginamos que no merece la pena esforzarse tanto.
Nos preguntamos ¿para qué, si nadie me va a ver? ¿ de que sirve que me esfuerce si no voy a ser halagado? Obviamente no lo decimos tan claramente, pero algo en nuestro interior lo piensa, y nos vamos dejando, vamos perdiendo fuerzas porque creemos que nadie nos va a escuchar, a mirar...
Pero como nos demuestra este cuentito, no es asi. Puede ser desde lo más pequeño, como sonreir a alguien con el que te cruzas, un "buenos días", un "¿cómo estás hoy?",..hasta una representación de teatro, un poema que escribimos,...
Todo, cualquier cosa es importante, en todo deberíamos dejarnos la piel porque no nos imaginamos cómo una simple sonrisa, una pequeña conversación puede alegrar a alguien, y si somos capaces de dar un poco de alegría a alguien, entonces...somos capaces de hacer magia. Porque la magia va más allá de los trucos de magos, es mucho más, si conseguimos hacer sonreir a alguien, aunque sólo sea unos segundos,...entonces somos magos.
Aqui os dejo el cuentito:
"Yo escribo para quienes no pueden leerme. Los de abajo, los que esperan desde hace siglos en
la cola de la historia, no saben leer o no tienen con qué.
Cuando me viene el desánimo, me hace bien recordar una lección de dignidad del arte que recibí hace años, en un teatro de Asis, en Italia.
Habíamos ido con Helena a ver un espectáculo de pantomima, y no había nadie.
Ella y yo éramos los únicos espectadores. Cuando se apagó la luz, se nos sumaron el acomodador y la boletera. Y, sin embargo, los actores, más numerosos que el público, trabajaron aquella noche como si estuvieran viviendo la gloria de un estreno a sala repleta. Hicieron su tarea entregándose enteros, con todo, con alma y vida; y fue una maravilla. Nuestros aplausos retumbaron en la soledad de la sala. Nosotros aplaudimos hasta despellejarnos las manos".
Eduardo Galeano- El Libro de los Abrazos